sábado, 25 de abril de 2009

El voyeur VII

Me estoy convirtiendo en todo un experto del “automasaje”. Callos tengo ya, algunos incluso en las manos. Pero tu también has mejorado mucho tus técnicas. Durante las semanas que llevamos con esta relación de espionaje consentido cada día has subido un poco el nivel. Ahora los juguetes sexuales comparten espacio en tu mochila con la toalla y el champú. A pesar de todo esto, hoy me has sorprendido introduciendo en escena un nuevo elemento totalmente inesperado; un hombre.

Primero entraste tu para conectar la cámara -últimamente ya ni la dejo encendida, gastando batería y grabando una sala vacía o a otras monitoras, se que tu te aseguras de que quede bien enfocada-, seguro que a él le dijiste que era para comprobar que no había nadie dentro. Esta vez no enfocaste la ducha si no el banco que hay entre la misma y las taquillas. Al poco saliste para regresar con tu acompañante. Un joven de apariencia fornida, destinado a ejercer el papel de comparsa en nuestro espectáculo privado.

Rápidamente lo condujiste frente al objetivo y comenzaste a besarlo apasionadamente. Él, como no podría ser de otra forma, respondió con igual ardor. Pronto dedicaste a tus manos la misión de ir quitandole ropa a tu partenaire, sin dejar de prodigarle besos. A su vez el chico te despojó de la camiseta y el sujetador deportivo pero, cuando quiso hacer lo propio con los pantalones, se encontró con que tus manos se lo impedían. Pareció un poco decepcionado hasta que algo que le susurraste directamente al oído le convenció.

Cuando lo tuviste totalmente desnudo, te sentaste en el banco, echaste una breve mirada directamente a la cámara como queriendo brindarme lo que sucediese a continuación, y te recostaste boca a bajo a lo largo de los listones. Tu compañero colocó una pierna a cada lado y comenzó a acariciarte la espalda con su miembro erecto. Al cabo de un rato ta giraste para que pudiese continuar el recorrido por tu piel. Cuando llegó a tus pechos se detuvo en cada pezón, presionando y acariciando hasta que se endurecieron. Después continuó hacia tu boca y allí aprovecho para utilizarla a modo de coño, moviendo las caderas como si estuviese penetrando otro tipo de labios. Pronto le obligaste a dejarlo, empujaba demasiado y te provocaba arcadas. Él no se desanimó por ello y bajó de nuevo al valle entre tus pechos. Comenzó de nuevo el ritmo de caderas y tu le ayudaste juntando con las manos tus pequeñas tetas. Aunque no llegaban a juntarse pareció ser suficiente para excitarlo más y más, hasta que se corrió sobre ti empapandote el cuello y el pecho con su leche.

Todavía jadeante se dedicó a besarte suavemente mientras, con una mano, frotaba su corrida por tus pechos, como dejando su marca sobre ti. Al rato lo apartas y le pides que se vaya. Ni siquiera le dejas terminar de vestirse junto a ti. Tu, en cambio, te tomas con calma la tarea de recoger tu ropa y ponertela de nuevo sobre el torso brillante de sudor y semen.

Miras de nuevo al objetivo y sonríes con maliciosa dicha. Demostrando de nuevo que nuestra relación ahora la dominas tú y no este pobre mirón que solo puede aguardar a tu nueva función mordiendose las uñas. Apagas la cámara y me liberas del hechizo que me mantenía ligado a la pantalla de mi ordenador.

¿Qué me tendrás preparado para el próximo día? Apenas puedo esperar.

1 comentario:

  1. Cando vai continuar? Porque eu xa viches que estou continuando a miña. Ou é que estás esperando para ver como vai a idea que che "plaxiei"?

    ResponderEliminar