jueves, 23 de julio de 2009

El Voyeur VIII - El encuentro (primera parte)

El gimnasio está en silencio. La mayor parte del personal ha dejado ya las instalaciones para desplazarse al local en el que celebrarán el fin de las inscripciones masivas para la “Operación bikini”, la temporada de más trabajo en la empresa. Un joven, con la bata de limpiador, se desplaza por las salas intentando no hacer ruido, acercandose a las duchas de los monitores.

-Hoy aprovecharé la desbandada general para recoger la cámara con mayor tranquilidad. Aunque siempre está el riesgo de que me pille quien se haya quedado a cerrar el local. -Piensa.

El chico entra en la sala de ducha de las profesoras. Aquí se mueve con soltura, como sintiendose a salvo de los peligros existentes en los pasillos. Mientras está tanteando la parte superior de una de las taquillas no percibe una silueta que se acerca a su espalda hasta que, recogido el objeto buscado, se gira para encontrarse de frente a una de las mujeres que cada día guía a los clientes en agotadoras sesiones de aerobic, step y similares. Por poco no deja caer el aparato que sostiene.

-¿Qué haces aquí?

-Esperarte -la voz de ella suena segura y un tanto burlona-. Sabía que hoy tampoco faltarías a nuestra cita -dice señalando la cámara que el joven ha vuelto a sujetar con firmeza-. Por eso me ofrecí para quedarme a cerrar. Estamos solos en el local, podemos hacer todo el ruido que nos apetezca.

Posa un dedo en la clavícula del muchacho y lo desliza lentamente hasta el primer botón de la bata, lo desabrocha y continua hasta el siguiente, y el siguiente...

-¿Estas segura de que somos los últimos? -parece debatirse entre el miedo a que los descubran y el deseo de que ella cumpla las promesas que puede leer en su mirada lujuriosa.

-¿Como voy a estar segura? -sonríe traviesa-. Llevo casi media hora sin salir de aquí. Quizá quede algún rezagado, pero eso es lo mejor ¿No te parece?


Le ha terminado de soltar la bata y pasa desnudar del todo su torso haciendo que se quite de una sola vez el resto de ropa pasandola por la cabeza. Él comienza a reaccionar e intenta combinar besos con torpes maniobras para quitarle el top, que concluyen cuando es conducido al banco cercano y unas manos firmes le hacen tumbarse de espaldas.

-Creía que preferías ser la que se acuesta.

-Y yo creía que íbamos a follar, no a charlar -el comentario consigue frenar cualquier réplica.

Pasa una pierna sobre el cuerpo de su pareja y se sienta sobre el estomago de su compañero.
Cuando este intenta corresponder a sus caricias, le toma las manos y las lleva hacia abajo, cerca del suelo. Se escucha un leve ruido metálico y, cuando se incorpora de nuevo, el chico no puede hacer lo mismo; unas esposas la mantienen a salvo de caricias indeseadas.


-¿Qué cojones...? -Se mira las manos incrédulo.

-Sssshhh -lo empuja suavemente para que apoye de nuevo la espalda en el banco-. Tengo esto planeado y no quiero que me interrumpas. Es como una coreografía, un paso en falso rompería la magia.


No hay comentarios:

Publicar un comentario