miércoles, 28 de julio de 2010

El Voyeur IX - El encuentro (desenlace)

Recupera su posición y, sin hacer caso de los movimientos del joven intentando deshacerse del "cuerpo extraño", comienza a cabalgarlo con renovadas ansias. Cuando considera seguro que su rehen no se desinflará otra vez, desliza una mano entre las piernas de este y le retira el consolador, consiguiendo así detenter los espasmódicos empujones que le rompían el ritmo.



(...)

domingo, 26 de julio de 2009

El Voyeur VIII - El encuentro (segunda parte)

Va recorriendo su pecho con besos y caricias, acercandose lentamente a la cintura. Se entretiene con el ombligo mientras sus manos continúan la tarea de despojarlo de su vestimenta. Pronto el pantalón y los calzoncillos se reúnen con la bata y la camiseta en el suelo. Los zapatos parecen haber desaparecido solos en algún momento.

Ahora las atenciones de la mujer recorren toda la piel del joven en oleadas. Caricias suaves del cuello a los pies, incitantes mordisquitos de los pies a la cabeza, arañazos por el pecho, lametones en las orejas. Leves gemidos, semejantes a ronroneos, acompañan toda la acción. Resultaría difícil saber quien de los dos los emite en cada momento.

La monitora se coloca a un lado del banco para continuar su clase particular y, al mismo tiempo, dedica una mano a desprenderse de su propia ropa. Un instante después ya se encuentra de nuevo a horcajadas sobre su voluntario esclavo sexual. Con mano experta sostiene su miembro erecto mientras se va sentando sobre el para sentirlo en su interior, controlando la velocidad y prolongando la experiencia hasta que el joven parece enloquecer y comienza a empujar con las caderas, ciego de deseo, hasta que ella se posa completamente y lo inmoviliza con su peso.


-No, no, no
-lo reprende con una sonrisa en los labios-. Esta es mi función, tu debes estarte quieto y disfrutar. Si continúas portandote mal me tendré que marchar. ¿Es eso lo que quieres?

Sin esperar respuesta comienza un rítmico movimiento con las caderas y la espalda, como una amazona cabalgando su montura favorita. El chico se agarra al banco con fuerza y resiste como puede sin responder con nuevos movimientos.

-Mmmm, que bueno. Ah, me encanta.... Los yogurines... la tenéis tan dura
-El ritmo de las caderas se va acelerando-. Hoy eres mio, puedo hacerte lo que quiera. Hasta ahora me mirabas pero... ¿Qué? ¿Que coño...?

El movimiento se detiene y el placer se ve sustituido por la decepción en el rostro de la mujer.

-Yo, no se que ha pasado. Te mueves de una forma...
-El rostro del chico se puesto colorado y apenas alcanza a explicarse-. Ya no aguantaba más. Esas caricias, ese ritmo salvaje...

-Hay que ver lo poco que aguantas.
-Se inclina sobre su balbuceante compañero y toma algo del mismo bolso que contenía las esposas-. Esperaba que con la de pajas que te habrás cascado viendo mis videos no te correrías tan pronto. Menos mal que vengo preparada.-Le muestra el objeto que ha tomado.

-Siento haberlo estropeado. Llevo semanas soñando con estar junto a ti.
-Mira alternativamente a la mujer que se ha deslizado hasta sentarse en el banco entre sus piernas y el objeto, un consolador, que esta sostiene en alto-. No sabes lo que me duele ser tan torpe que por mi culpa tengas que terminar con un vibrador lo que yo no pude terminar. Quisiera poder hacer algo para compensarte.

-Me alegra que digas eso
-chupa un instante el jueguete erótico mientras acaricia el paquete del chico-. Por que yo no me la estoy jugando para acabar follandome una polla eléctrica. -aprieta con la mano de las caricias haciendo que su acompañante levante las caderas de respigo, y aprovecha el movimiento para introducirle el consolador hasta el fondo.

-¡Aaaah! ¡Jodeeer! ¿Estás loca? ¡Quitame eso, quitamelo!
-Se remueve e intenta erguirse.

-Shhhhh.
-sonríe de nuevo y lo vuelve a empujar para acostarlo mientras ella retoma la posición sobre su polla-. No vaya a escucharte alguien y nos interrumpa. Tu mucho quejarte, pero mira -le señala la entrepierna, donde el pene vuelve a lucir una erección-. Tu amiguito bien que se alegra.

jueves, 23 de julio de 2009

El Voyeur VIII - El encuentro (primera parte)

El gimnasio está en silencio. La mayor parte del personal ha dejado ya las instalaciones para desplazarse al local en el que celebrarán el fin de las inscripciones masivas para la “Operación bikini”, la temporada de más trabajo en la empresa. Un joven, con la bata de limpiador, se desplaza por las salas intentando no hacer ruido, acercandose a las duchas de los monitores.

-Hoy aprovecharé la desbandada general para recoger la cámara con mayor tranquilidad. Aunque siempre está el riesgo de que me pille quien se haya quedado a cerrar el local. -Piensa.

El chico entra en la sala de ducha de las profesoras. Aquí se mueve con soltura, como sintiendose a salvo de los peligros existentes en los pasillos. Mientras está tanteando la parte superior de una de las taquillas no percibe una silueta que se acerca a su espalda hasta que, recogido el objeto buscado, se gira para encontrarse de frente a una de las mujeres que cada día guía a los clientes en agotadoras sesiones de aerobic, step y similares. Por poco no deja caer el aparato que sostiene.

-¿Qué haces aquí?

-Esperarte -la voz de ella suena segura y un tanto burlona-. Sabía que hoy tampoco faltarías a nuestra cita -dice señalando la cámara que el joven ha vuelto a sujetar con firmeza-. Por eso me ofrecí para quedarme a cerrar. Estamos solos en el local, podemos hacer todo el ruido que nos apetezca.

Posa un dedo en la clavícula del muchacho y lo desliza lentamente hasta el primer botón de la bata, lo desabrocha y continua hasta el siguiente, y el siguiente...

-¿Estas segura de que somos los últimos? -parece debatirse entre el miedo a que los descubran y el deseo de que ella cumpla las promesas que puede leer en su mirada lujuriosa.

-¿Como voy a estar segura? -sonríe traviesa-. Llevo casi media hora sin salir de aquí. Quizá quede algún rezagado, pero eso es lo mejor ¿No te parece?


Le ha terminado de soltar la bata y pasa desnudar del todo su torso haciendo que se quite de una sola vez el resto de ropa pasandola por la cabeza. Él comienza a reaccionar e intenta combinar besos con torpes maniobras para quitarle el top, que concluyen cuando es conducido al banco cercano y unas manos firmes le hacen tumbarse de espaldas.

-Creía que preferías ser la que se acuesta.

-Y yo creía que íbamos a follar, no a charlar -el comentario consigue frenar cualquier réplica.

Pasa una pierna sobre el cuerpo de su pareja y se sienta sobre el estomago de su compañero.
Cuando este intenta corresponder a sus caricias, le toma las manos y las lleva hacia abajo, cerca del suelo. Se escucha un leve ruido metálico y, cuando se incorpora de nuevo, el chico no puede hacer lo mismo; unas esposas la mantienen a salvo de caricias indeseadas.


-¿Qué cojones...? -Se mira las manos incrédulo.

-Sssshhh -lo empuja suavemente para que apoye de nuevo la espalda en el banco-. Tengo esto planeado y no quiero que me interrumpas. Es como una coreografía, un paso en falso rompería la magia.


sábado, 25 de abril de 2009

El voyeur VII

Me estoy convirtiendo en todo un experto del “automasaje”. Callos tengo ya, algunos incluso en las manos. Pero tu también has mejorado mucho tus técnicas. Durante las semanas que llevamos con esta relación de espionaje consentido cada día has subido un poco el nivel. Ahora los juguetes sexuales comparten espacio en tu mochila con la toalla y el champú. A pesar de todo esto, hoy me has sorprendido introduciendo en escena un nuevo elemento totalmente inesperado; un hombre.

Primero entraste tu para conectar la cámara -últimamente ya ni la dejo encendida, gastando batería y grabando una sala vacía o a otras monitoras, se que tu te aseguras de que quede bien enfocada-, seguro que a él le dijiste que era para comprobar que no había nadie dentro. Esta vez no enfocaste la ducha si no el banco que hay entre la misma y las taquillas. Al poco saliste para regresar con tu acompañante. Un joven de apariencia fornida, destinado a ejercer el papel de comparsa en nuestro espectáculo privado.

Rápidamente lo condujiste frente al objetivo y comenzaste a besarlo apasionadamente. Él, como no podría ser de otra forma, respondió con igual ardor. Pronto dedicaste a tus manos la misión de ir quitandole ropa a tu partenaire, sin dejar de prodigarle besos. A su vez el chico te despojó de la camiseta y el sujetador deportivo pero, cuando quiso hacer lo propio con los pantalones, se encontró con que tus manos se lo impedían. Pareció un poco decepcionado hasta que algo que le susurraste directamente al oído le convenció.

Cuando lo tuviste totalmente desnudo, te sentaste en el banco, echaste una breve mirada directamente a la cámara como queriendo brindarme lo que sucediese a continuación, y te recostaste boca a bajo a lo largo de los listones. Tu compañero colocó una pierna a cada lado y comenzó a acariciarte la espalda con su miembro erecto. Al cabo de un rato ta giraste para que pudiese continuar el recorrido por tu piel. Cuando llegó a tus pechos se detuvo en cada pezón, presionando y acariciando hasta que se endurecieron. Después continuó hacia tu boca y allí aprovecho para utilizarla a modo de coño, moviendo las caderas como si estuviese penetrando otro tipo de labios. Pronto le obligaste a dejarlo, empujaba demasiado y te provocaba arcadas. Él no se desanimó por ello y bajó de nuevo al valle entre tus pechos. Comenzó de nuevo el ritmo de caderas y tu le ayudaste juntando con las manos tus pequeñas tetas. Aunque no llegaban a juntarse pareció ser suficiente para excitarlo más y más, hasta que se corrió sobre ti empapandote el cuello y el pecho con su leche.

Todavía jadeante se dedicó a besarte suavemente mientras, con una mano, frotaba su corrida por tus pechos, como dejando su marca sobre ti. Al rato lo apartas y le pides que se vaya. Ni siquiera le dejas terminar de vestirse junto a ti. Tu, en cambio, te tomas con calma la tarea de recoger tu ropa y ponertela de nuevo sobre el torso brillante de sudor y semen.

Miras de nuevo al objetivo y sonríes con maliciosa dicha. Demostrando de nuevo que nuestra relación ahora la dominas tú y no este pobre mirón que solo puede aguardar a tu nueva función mordiendose las uñas. Apagas la cámara y me liberas del hechizo que me mantenía ligado a la pantalla de mi ordenador.

¿Qué me tendrás preparado para el próximo día? Apenas puedo esperar.

jueves, 16 de abril de 2009

El voyeur VI

Hoy en el trabajo no han parado de preguntarme si me encontraba bien. No me extraña; con estas ojeras, moviendome con extremo cuidado y evitando los gestos bruscos, era inevitable que los compañeros hiciesen bromas sobre los efectos del alcohol en jóvenes inexpertos.

Incluso tú te acercaste a mi con cara seria y te interesaste por mi estado. Tu rostro una perfecta máscara de preocupación. Pero al parecer no pensaste en que nuestro lugar de trabajo destaca por la cantidad de espejos que hay por todas partes: cuando te ibas pude sorprender en un reflejo tu sonrisa pícara. Sabes perfectamente que las ojeras son debidas a las horas que he pasado viendo una y otra vez el vídeo que me has dedicado. Seguro que también sospechas que, si me muevo demasiado deprisa, el roce de la ropa en la entrepierna me causa terribles dolores.

A pesar de mi estado hoy he dejado de nuevo la camara en el lugar acostumbrado. Pasaré a recogerla luego, cuando hayas terminado de ducharte. No quiero interrumpir esta complicidad que comienza a surgir entre nosotros, aunque no veré la cinta hasta que me recupere. Podrían reabrirse las heridas y no quiero tener que explicarle a un médico lo que me pasa.

domingo, 12 de abril de 2009

El voyeur V

Colocas la cámara en el banco, enfocando la ducha. Te desnudas con rapidez, con movimientos bruscos, y te exhibes desafiante frente al objetivo.

-¿Es esto lo que te gusta ver, pervertido? ¿O prefieres esto?

Te giras ofreciendo al objetivo ese gran melocotón que es tu culo. Al agacharte dejas entrever los labios de tu coño. Ya no estoy helado, en realidad empiezo a sudar.

Noto como los músculos de tu pierna izquierda se van tensando, empiezas a levantar la derecha y va completando un círculo que te lleva a quedar de nuevo erguida, mirandome y exigiendo con tu gesto que te mire. No puedo dejar de obedecer esa orden muda, aunque parte mi mente se ha quedado atapada en un momento a medio giro. Parte de mi anatomía ha cobrado vida y mis manos deben acudir para servirle.

Sales de plano un momento y regresas con varios objetos en las manos. Pones la ropa sobra la cámara para que no la vea cualquiera que se asome a la sala, dejas los objetos en el apartado de tu ducha y te pones bajo la alcachofa. Abres el grifo e inclinas la cabeza para que el agua te corra por la cara. Al poco tomas el bote de gel, haces que caiga un buen chorro entre tus pechos y con gestos sensuales lo vas extendiendo por tu cuerpo mientras sueltas débiles sonidos de placer. Cuando terminas de enjabonarte centras las caricias en las zonas más sensibles y haces que se sume a tu función un cepillo para el pelo, utilizas principalmente el mango.

No sabría describir todo lo que veo, pero poco a poco vas utilizando el cepillo, el bote de gel (esta vez sin necesidad de abrirlo), un pintalabios (esos no son los labios que se suelen pintar) y un botellín de agua. En algunos momentos varios de los objetos a la vez. Tus gemidos, fingidos al principio, me parecen cada vez mas reales. Creo que vas entrando en el papel de forma similar a como introduces los complementos en ti.

Para cuando finalizas el show y detienes la grabación, ya tengo calambres en los dos brazos. Cojo el Reflex y pongo de nuevo el video.

sábado, 11 de abril de 2009

El voyeur IV

¡Me estoy volviendo descuidado!

No puede ser, descuidos como el de hoy no deben repetirse. A este paso nos pillan. Digo “nos” por que creo que a ti también está empezando a gustarte este juego. Pero mejor empiezo por orden que si no me lío.

Creo que la culpa fue de la luz de encendido. De otra forma no hubieses ni sospechado que la cámara estaba allí. Yo la había escondido como en las otras ocasiones; tras la rejilla que hay encima de las taquillas, justo apuntando a tu ducha favorita (nunca le agradeceré lo bastante al diseñador que decidió que las duchas sin puerta son más adecuadas para los gimnasios). Cuando pasé a recoger horas después, la rejilla no estaba en su lugar y la cámara se encontraba apagada.

El camino a casa se me hizo eterno. No quise comprobar lo grabado hasta estar a solas en la intimidad de mi cuarto. Quería poner toda mi atención en tu mensaje. Por que si encontraste la cámara, solo podías ser tu, estaba seguro de que dejarías un mensaje. Una amenaza, un insulto quizá, esperaba cualquier cosa... o eso pensaba. Tan pronto llegué a casa subí a mi cuarto, ignorando las voces de mi familia que pretendías entretenerme con las tonterías de siempre. Conecté las cámara al ordenador y me preparé para lo peor.

Oscuridad.
Se hace la luz y una cara aparece llenando la pantalla; es un joven de no más de dieciocho años. Soy yo.
Me giro y compruebo que la cámara está correctamente enfocada. Unas manos, obviamente las mías, colocan la rejilla y se aseguran de que esta apenas estorbe la grabación. Desaparezco de escena.
Varios minutos de vestuario vacío. Algunas monitoras entrando a cambiarse para las clases o duchandose tras ellas.
Apareces tu. Ni siquiera buscabas la cámara; entras tan tranquila, intercambias unas palabras con otra de las monitoras que ya salía, te diriges a tu taquilla con lentitud, te sientas en uno de los bancos para desvestirte (hoy ha debido de ser un día muy intenso), levantas la vista para echar una mirada casada por la sala y, de repente, tu vista queda clavada en mí. ¡Has encontrado la cámara!
Acercas el banco a la taquilla, apartas la rejilla y tu cara llena la pantalla, tal como minutos antes hizo la mía. Tus manos tapan tu gesto de sorpresa e indignación.
Oscuridad.

Cambio de plano.
Al parecer habías apagado la cámara y ahora la enciendes de nuevo.
Hablas directamente al objetivo con el aparato en la mano:

-¿Muy bien, hijo puta! ¿Querías verme? ¿Te gusta pajearte viendome desnuda en la ducha? Pues te voy a dar un espectáculo que no olvidarás fácilmente. Espero que viéndolo te la menees tanto que se te caiga a trozos.

¡Coño! Me has dejado helado. Además; a uno no se le cae la polla por hacerse demasiadas pajas, ¿verdad? Dime que eso no pasa, por favor.